La tormenta perfecta (Parte 2)
“Ah... Emm... ¿Estás bien?” Ante la pregunta, abrió los ojos —los cuales no recordaba haber cerrado en ningún momento— y miró de cerca a Damien, que se encontraba frente a ella. El muchacho pelirrojo se encontraba sentado en la cama, con su pequeño cuerpo —en comparación al del muchacho, mucho más grande y amplio— posicionado, casi encajado, entre sus piernas. “Te has espaciado por un momento... ¿Quieres parar? ¿Estás incómoda?” Una mano calma pero firme jugueteaba ausentemente entre los mechones de su cabello y los iba colocando detrás de su oreja, mientras, con paciencia, se mostraba atento a su respuesta. “Ya sabes que no estás forzada a hacer nada si no lo deseas...” Añadió. Súbitamente, reaccionó con enorme sorpresa. Como si hubiese tenido una realización de calibre magno. La sensación de calor de piel con piel le disparató el pulso a mil por hora y podía notar las respiraciones de Damien a través de su carne, como si fuera su propio jadeo. Le miró una ocasión más, aún